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Doña Úrsula tiene 72 años, es católica apostólica y romana, aunque también cree en {santitosapartes} y de su cuello cuelgan amuletos que recarga bajo la luz de la luna. Un poco bruja, partera, curandera, también yuyera. Tiene un puesto de remedios refrescantes sobre la Ruta 1, donde también ofrece empanadas, chipas y ensalada de frutas. Es conocedora de las plantas medicinales y aunque cursó hasta el tercer grado de la primaria, es muy sabia y elocuente, es muy hábil con los números y nunca entrega mal un vuelto. Extremadamente intuitiva, tiene un tono de voz suave y alegre, un rostro muy cansado y con zurcos muy marcados que le dan la apariencia de ser mucho mayor. Tuvo un hijo y una hija. Ambos migraron a trabajar a Argentina, luego que tuvieran que vender sus tierritas en Alto Paraná cuando la soja ya no les permitía producir alimentos y la comunidad comenzó a enfermar a causa de las fumigaciones con agrotóxicos. Cuando la criminalización comenzó a apresar y torturar a sus vecinos, sintió que le estaban robando los sueño y a cambio le estaban sembrando miedos, cedieron con dolor a las presiones de los brasiguaños para entregar sus hectáreas por un precio mucho más bajo del valor real.

Abuela Úrsula

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Romero es una adolescente de 13 años, tiene los rulos alborotados y los pies descalzos curtidos por la tierra roja. Es abuela memby, como miles de niños, niñas y adolescentes en Paraguay, forma parte de una familia trabajadora, con orígenes rurales pero expulsada hacia las afueras del Departamento Central. En su multiverso dialogan lo urbano y lo rural en una asimetría que hace honor a su identidad de realismo mágico latinoamericano: smock, consumo, transportes públicos abarrotados que llegan desde la capital, crisis ambiental y la añoranza de las tardes en el arroyo allá lejos, las emociones de abandono y ausencia, la sabiduría ancestral de su abuela, sus historias a destiempo, el kyhyje ante las botas y las sirenas, y los conocimientos sobre las plantas medicinales, el canto de los pájaros y el cacareo de las gallinas. 

 

Es una niña que habita un cuerpo travieso, ávido de información, experiencias y aventuras, próximo a la tierra, inquieto y curioso, en una isla de soja donde no está bien visto hacer tantas y tantas preguntas. Sin embargo, no comprende otro lenguaje. Desde que la memoria lo recuerda ha escuchado los relatos de su abuela. Cada historia la llevaba por caminos insospechados, personajes asombrosos, árboles frondosos y miles de preguntas y más preguntas, que su abuela trataba de responder. Romero nunca queda conforme, siempre quiere saber más y más. Cada respuesta puede conducir a otras preguntas, y estas preguntas o otras más.

Romero

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